Hay personas que aprenden aquello de que “el amor se va cuando las cosas se complican”. Lo han hecho a partir de cómo ellas han vivido la relación con sus padres, las personas que para ellas son su autoridad, de las que mas amor, protección y seguridad, va a necesitar en su vida.

Padres que han ejercido una educación demasiado rígida, que han condicionado constantemente su “amor y aprobación” a que esa persona cumpla con las expectativas en todos los terrenos que ellos han marcado y que viven de espaldas,  sepultan las “necesidades” de las mismas.

Como defensa esas personas se han recluido interiormente, han aprendido a observar, a permanecer atentas a cualquier cambio gestual, verbal, porque “los peligros es mejor identificarlos”, vivir en la alerta constante. Repasan conversaciones de forma constante, de un solo gesto o palabra crean toda una historia, ven lo que otros no ven, recuerdan los pequeños detalles y sobre piensan en una rumia constante.

Así han aprendido a funcionar con las personas y todo se agrava cuando además se genera un lazo emocional con ellas. Ellas mismas se convierten en su peor enemigo, y casi como una profecía  auto cumplida, termina por hacerse realidad su propia auto profecía del miedo al abandono o a quedarse solas.

El abanico de conductas que pueden desplegar desde ahí, desde ese miedo al abandono, al rechazo es muy grande: adicciones, sobre adaptación al otro, permanecer pendiente de las expectativas del otro, intentar agradar de forma constante, anular sus necesidades, criterios, vivir pendiente del estado emocional del otro, juicio y auto castigo por aquellas cosas de las que se sienten responsables, infravaloración…se viven como un fracaso y se desprecian.

Afortunadamente, estoy hablando de conductas aprendidas, y como tal, se puede revertir, con el tiempo necesario, el esfuerzo, la determinación en hacerlo. También del disfrute de la recompensa, de notar el cambio, empezar a vivirse de otra manera y el aprendizaje de escuchar, atender a sus propias necesidades y conocer que no hay que ser perfectos, para que te quieran. 

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