Está muy extendido considerar que un ser humano es valioso sólo cuando tiene éxitos y logros, son competentes y que por lo tanto, es inútil si sus posibilidades son pocas, o no desarrollan todo su posible potencial intelectual o de cualquier otro tipo que posean.

El concepto de “valia personal” es bastante indefinido y confuso. En general, lo que suelo hacer para “autoevaluarme” es contrastar mis propias consecuciones, con un ideal propio o externo y así en función que se ajustan a ese ideal, mi “nota personal” va mejorando o devaluando.

Como factor añadido para una devaluación en la consideración de mi “valor personal” entra en escena “la culpabilidad por lo que yo considero errores” o por “considerarme único responsable del posible malestar ajeno”. 

Resulta muy útil identificar mis errores, aunque para nada un juicio evaluativo sobre el mismo. Si yo camino por un lugar y tropiezo con una piedra y me duele, es lógico que me queje del daño, pero el decirme “soy un imbécil despistado por tropezar”, esto es opcional. Lo que sí puedo hacer, es preguntarme, qué estado mental ha podido favorecer que haya tropezado y cómo reducir la probabilidad que se vuelva a repetir en el futuro.

Si ahora pensases en tí, desde el primer momento de tu nacimiento, a los pocos minutos de ello, ¿qué valor le darías a tu propia vida, a tu ser?. Tomando por ejemplo un intervalo de valor del 0 al 10, ¿qué puntuación le darías?

Sea cual sea la puntuación que te  hayas otorgado, tú no “hiciste nada en concreto a nivel de logro” (estabas recién nacido)  para obtenerla. Entiendes que ese valor es intrínseco a ti, a tu vida: ¿cómo es posible que después ese valor intrínseco vaya fluctuando en función de unos logros o juicios arbitrarios?, ¿no es mucho más útil y realista, separar ambas cosas?, ¿que una cosa es tu propia vida, tu ser y otra tus logros?

Independientemente de mis errores, consecuciones, logros, ausencias de esfuerzo o situación vital, mi valía personal es siempre la misma, exactamente igual que la del resto de personas. Unas expectativas poco realistas, no aportan nada y mucho menos la culpa por hechos pasados. 

Esto no quiere decir que me tenga que instalar en el conformismo, en la inacción; pero precisamente cuando descarto el miedo al fracaso -que es uno de los mayores frenos a la acción- , producto de extirpar el juicio evaluativo, estaré en mejores condiciones de involucrarme en cosas para hacer, logros a los que puedo aspirar ,utilizándolo para enriquecer y dar significatividad a mi vida.

 

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